martes, 29 de octubre de 2013

el jardín de pulgarcito

¿Has visitado un post de hace una semana que se llama "no tengo ni i dea de lo que estoy diciendo"? ¿No? Pues es el momento de hacerlo 

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El jardín de pulgarcito



Hay un provervio chino un pelín cínico que dice “si quieres ser feliz un rato, emborráchate. Si queres ser feliz un tiempo, cásate. Si  quieres serlo toda la vida, cultiva un jardín”



Aunque sea en una maceta, Añado.

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Ya sé que no es lo mismo, pero el cambio de escala puede tener réditos en esta cuestión de la felicidad que seguro que algún provervio chino ha de  mencionar. Por desgracia no me viene ninguno a la memoria. Pero tengo mi propia experiencia así que tampoco lo necesito. Sé que hay cosas que no se ven bien hasta que no nos acercamos. Para eso uno tiene que dejar de estar donde estaba para ir al encuentro de lo pequeño. En apariencia  no supone un gran movimiento, pero puede ser un gran cambio. 

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La ventaja de cambiar de escala no es otra que la de ver las mismas cosas de distinta manera, Es la manera más directa y sencilla de renovarse. O de ampliar horizontes... O de viajar. En este caso el viaje te lleva más cerca de ti de lo que podrías suponer.  Es un viaje que se emprende de manera improvisada.  Partimos al poner la atención en donde solemos pasar  por alto. A veces hay un rayito de sol que ayuda, porque  señala con un dedo de luz   donde hay que mirar. Tambien puede ocurrir estar ensimismado y al cabo de un rato, reparar en lo que se tiene delante de la cara y advertirlo como por primera vez. Se percibe “aquello” como una “forma” no como algo que conocemos y creemos comprender.. Los niños pequeños   miran así.¿ Has notado su cara de encantamiento? Tambien los niños pequeños miran muy de cerca las cosas . Mirar algo desde muy cerca crea una intimidad inmediata que nos calienta el corazón.

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En “El jardín de Pulgarcito” quiero tratar de la amistad por lo pequeño, por lo irrelevante ,  por lo que no damos importancia y que sin embargo está siempre cercano, atento  a nuestra disposición. Dar valor a lo pequeño  y hacerlo “grande”  es conectar con el ánimo valiente y confiado de Pulgarcito que podía estar a  salvo bajo la hoja de un ciclamen y que siempre encontraba la manera de volver a su hogar.

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viernes, 25 de octubre de 2013

cómo que el mar?

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Ayer comencé por fin con el cuadro del pinar. Si habéis seguido este blog, por lo menos en las últimas entradas, ya sabréis a qué cuadro me refiero y si no os resumo que se trata de una pintura bastante grande y ambiciosa por el tema y por el tratamiento que le quiero dar.  Al pintar uno nunca  las tiene todas consigo y lo sabe y ha de contar  con ello y arriesgarse. Pero hay casos en los que siente particularmente necesario un plus de confianza porque se siente que  el riesgo también es mayor. Esta ayuda no vendrá de  ninguna parte salvo de la relativa seguridad que hayas podido adquirir por ejemplo con ensayos y estudios previos. Aunque no ha de olvidarse que esta ayuda puede ser necesaria pero nunca, nunca, es suficiente. ¡Ojo! 

El caso es que me pongo a pintar un fondo para el cielo basándome en el boceto y cuando me alejo del caballete veo esto: 

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                                                                  .¿Es o no es el mar?.

Además es un "mar" bastante chulo, ¿no es cierto? Me digo a mí mismo"¿qué hago: lo dejo o no lo dejo?" Mientras me decido hago un poquito de memoria y no me puedo acordar de la cantidad de  veces que he pintado o he querido pintar el mar. Realmente es un tema que está más allá de las posibilidades de uno. De "uno" o de "cualquiera"... Y no es que no haya habido grandísimos pintores que hayan abordado el tema con gran éxito...es más bien que la complejidad, la grandiosidad... las enormes connotaciones que tiene el motivo hace que por muy exitoso que resulte el tratamiento, siempre haya de quedar fuera del cuadro  más de lo que se incluye.

Yo he pintado muchas veces el mar y siempre echo de menos lo que no he puesto. 

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.Aunque también tengo que reconocer que me resulta muy emocionante intentarlo. Hay veces que lo que hago me gusta tanto- no me importa ser inmodesto- que me quedo como en babia y pienso "ya está: no hace falta más" Después de un rato me regaño y me digo "vale, puede que ya no haga falta más pero puedes hacer otro a ver qué pasa". y en lugar de un pincel, cojo una brocha por variar


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Y me sale esto. Claramente es tan sólo un brochazo azul;  lo mismo que el anterior es tan sólo una pincelada azul; pero yo me convenzo de ver el mar, el cielo y la línea de horizonte. Siento también el sol del verano y me pregunto si no estaré sufriendo un golpe de calor y es por eso  que veo visiones. Así que me digo " venga, otro más"


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.Y le pongo un azul diferente al cielo y al mar y además pongo la arena de la playa y me digo que sólo es distinto pero que no es mejor. Aun dudando si menos es más hago otra prueba a ver qué pasa
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y lo que me sale es una especie de síntesis entre la línea azul y el manchón de arena. Y sigo el camino de vuelta para quedarme tranquilo.


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. Ya está. No he mejorado nada y me estoy gastando todo el papel. Es un papel muy caro que me traje de Londres y de momento no voy a volver. De repente me  he vuelto conservador. Una tontería. Me acuerdo de un día que estaba en casa de unas amigas en la isla de La Palma jugueteando distraído con las acuarelas en un papelito cualquiera y me salio esto mientras hacíamos conjeturas sobre la silueta del Teide. Yo estoy seguro de que aquel día no era posible verlo. 


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.Como también estoy seguro de que no es posible pintar el mar. Lo que ocurre es que la referencia es tan sugestiva que sólo con ella basta para que nuestra experiencia haga una completa evocación . Es una ventaja.


Sigo sin saber qué hacer con el cuadro que he pintado .¿ Lo dejo tal cual o continúo con mi propósito inicial? Si se tratara de un papel lo tendría claro: haría otro, empezaría de nuevo. Pero es un lienzo de lino de 160X200 y vale un dinero. No es tan fácil reemplazarlo. Me siento como en el chiste de los dos vascos que van a por setas y uno  encuentra un Rolex y le dice al otro: ¡Anda , mira : un Rolex! ¿lo cogemos? y el segundo replica: mira que te tengo dicho que si a por setas, a por setas y si a por Rolex a por Rolex. 


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¿Es estupidez o coherencia?


. Mientras me decido sigo viendo el mar en casi cualquier parte

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¿Y tú?


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jueves, 24 de octubre de 2013

baúl de nueva york (1)




 cuatro new yorkers


Confundo los años y las fechas. O Para ser más preciso: no recuerdo muy bien el tiempo que hace que sucedió tal cosa o tal otra,  aunque sí  guardo memoria de lo que hice... supongo... No: por ahí me dicen que no; será verdad.

 Lo cierto es que hace un tiempito estuve en Nueva York. Quizás  hace cinco años o seis años, quizás aún más.    recuerdo que fue en esta época del año porque mi amiga Sally  estaba empeñada en que tenía que visitar esa ciudad y  en que tenía que hacerlo en otoño. Especialmente en otoño. Para convencerme aseguraba que Manhattan resulta una experiencia que ningún artista (ella cree que  lo soy) se  puede perder y en otoño antes que en ningún otro momento  por los colores de Central Park. Seguro que tiene razón. Lamentablemente el año en que por fin me decidí a aceptar su invitación, la estación se retrasó y apenas unos pocos arces aquí y allá servían de muestra para  lo que sin duda tendría que ser un festival suntuoso de luz y color. Digo “sin duda”  porque Central Park es un escándalo. Esa es la verdad. Con o sin otoño es un lugar bello hasta el estupor; tanto como el resto de la ciudad. Le estoy tremendamente agradecido a Sally por su insistencia; más aun porque ella sabe que  no me gusta viajar.  Lo hago a regañadientes. Soy un hurón de madriguera. Quizás  de pequeño tuve  que aprender a  acompasar mi ánimo con las grandes dosis de aburrimiento que se me imponían. Como  secuela  la emoción del descubrimiento de un nuevo lugar – y en general cualquier emoción- me crea a priori una ansiedad que me resulta antipática. Luego se me pasa y disfruto como el que más... ¡Más que el que más!.. Reconozco sin embargo que  no me queda más remedio que reírme  de mí mismo cuando advierto que desde que llego a un sitio nuevo, hasta que lo abandono , no hago otra cosa  que buscar el rincón que me permita sentirme como en casa.  El lugar a donde  acudiré sin falta si es que regresara  alguna vez.

                  .En el caso de Nueva York cualquier pedrusco de Central Park me sirve.

autorretrato sobre una piedra dibujando otra
.La casa o mejor dicho: el apartamento donde iba a alojarme no podía estar en mejor emplazamiento  - de nuevo la mano de Sally – Justo frente a la entrada del parque en la esquina de Columbus Circle y la calle 59. En el piso 24. Mi anfitriona neoyorquina me esperaba atentamente para darme las llaves, y explicarme alguna de las excentricidades del  piso, relacionadas con las tuberías, la calefacción, el teléfono y cosas así.

parte de la tribu
  Nada mencionó sin embargo de cosas tan notorias e insólitas que para mí sí que requerían explicación, como la enorme chimenea francesa, la multitud de peluches que enseñoreabansé de  los sillones, ni el porqué la única cama estaba sobre una tarima en el pasillo...  de modo tal que para izarse había que dar un pequeño saltito con giro de espaldas que te dejaba el alma en vilo  ya que al  otro lado del estrecho pasillo lo que había era una gran ventanal y...el vacío; eso sí: sobre el parque. Me lo expliqué esa misma noche. Después de despertarme de una pesadilla en la que los peluches, todos a una, me hacían rodar  por la ventana, pude contemplar a mis anchas y sin mover la cabeza de la almohada,  la extensión  enorme del parque bañado a la luz de la luna  y  flanqueado por los perfiles de la 5ª y Park Avenue... Ni siquiera Wood Allen ha filmado así el Central Park.
 
Después de bajarme de la cama para comprobar el estado de las tuberías y tambien que todos los peluches ocupaban su lugar regresé a la cama sin mucha confianza en  volver a dormir. Después de todo eran las cinco de la mañana pero en España tan sólo las nueve de la noche. Estaba equivocado y en seguida recuperé el sueño justo donde lo interrumpí: caía en picado sobre una tribu de ardillas que me perseguían a lomos de un carrito de baggels. Las ardillas no son cosa de tomárselo a broma, créanme, lo digo por  experiencia. Una ardilla mosqueada puede abrirte la cabeza. Sólo tienes que acertar a sentarte plácidamente bajo su árbol favorito y al poco verás cómo caen a plomo las piñas a tu alrededor. No quiero  pensar cuál sería su reacción si es uno el que cae sobre ellas desde un piso 24. Por fortuna para escapar de un mal sueño no hay más que despertar, así que vista la racha, me bajé de la cama y después de comprobar otra vez las tuberías, me senté a tomar café mientras amanecía sobre Nueva York...a un palmo de mi cara.



Estando alli sentado comencé a sentir una nostalgia bastante lamentable y para mitigarla encendí el portatil y me puse  a escribir lo que veía a mis amigos, a quienes imaginaba en sus casas con sus vidas como en un anuncio de navidad. Ahora que me doy cuenta esos mails que mandé como crónicas fueron el germen de este blog. ¡Hay que ver! 

Este es el enlace a la página web de Sally. Entrad y os sorprendereis .       www.sallyhambleton.com,











martes, 22 de octubre de 2013

ni idea de lo que estoy diciendo



Ni idea de lo que estoy diciendo.



Hace unos meses estaba de lo más afanado en sacar adelante un cuadro que me estaba dando multitud de problemas. Por mucho que lo intentes  y tengas previsto todo lo previsible las cosas se tuercen y san se acabó. No hay nada que hacer salvo trabajar, pintar me refiero, y confiar en que la pintura te vaya guiando y tú sepas atender a sus indicaciones. No es que pintes a ciegas pero casi. Avanzas por el cuadro tanteando a base de pinceladas y, como ya te ha pasado otras veces, sabes que es cuestión de tiempo. Pero puede ser muy desesperante. Lo bueno que tienen estos extraños procesos es que la salida o la resolución está  donde no te la esperabas y el resultado supone llegar a un lugar donde nunca antes habías estado. Algunos pintores se meten deliberadamente en problemas porque eso les obliga a ser más creativos. Dicen. Desde luego no es mi caso. Me fastidia que se me tuerza un cuadro. Pero son gajes del oficio, cuento con ello e intento, llegado el caso, hacer de la necesidad virtud.  Y por cierto: es completamente falso eso que dicen  de que las cosas cuanto más te cuestan más se disfrutan al final. Es confundir completamente las cosas. Lo que sí que ha de ocurrir es que por arduo que se vuelva el proceso en algún momento has de conseguir imponerte al esfuerzo o a la incertidumbre o a lo que sea que te esté costando y disfrutar. Disfrutar durante, no al final...porque si no disfrutas mientras pintas el cuadro eso se va a notar y es lo que el cuadro mostrará. Un cuadro terminado en esas condiciones no lo quiero para mí.





Lo siento, se me fue la cabecita. En fin: que mientras pintaba ese cuadro tenía en el estudio un pequeño ciclamen blanco que no dejaba de echar flores durante todo el invierno con  generosidad apabullante. Yo pasaba la vista sobre él lo mismo que sobre los chécheres del estudio sin prestar demasiada atención, como hacemos cuando algo absorbe toda nuestra energía e  interés. Un día, cuando ya estaba totalmente bloqueado frente al cuadro de mi obsesión lo aparté del caballete y puse otro lienzo en su lugar. Era un lienzo bastante grande; pero no más que el callado cariño y sostén que la plantita me prestaba estando allí.  De modo  que no me pareció inadecuado pintarla así, tal cual, sin más. 


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   .  .Por cierto que lo pasé tan grande como el lienzo y además me salió en dos patadas. Creo que se nota.